En una época como la actual, de incertidumbre y cambios acelerados, la buena marcha de un pequeño negocio se ve complicada. Para seguir a flote y esquivar las amenazas que se pueden cernir sobre nuestra empresa se necesitan fuertes dosis de resiliencia y creatividad.
Si las cosas se ponen muy complicadas ha llegado el momento de tomar medidas más drásticas que pongan remedio antes de que sea demasiado tarde.
1) Reevaluar los costes. Cuando los márgenes se estrechan nos hemos de formular preguntas como: ¿Cuánto estamos pagando al personal? ¿Qué valor tiene el stock que tenemos almacenado y recogiendo polvo? ¿Estamos gastando una pequeña fortuna en productos de papelería? ¿Estamos suscritos a un montón de servicios que no aprovechamos? ¿Gastamos demasiado dinero en campañas publicitarias y de promoción sin resultados? Ningún gasto en insignificante por pequeño que parezca.
2) Revisar a los proveedores. El apartado de costes tiene como protagonistas a nuestros proveedores. Aquellos cuya relación con nosotros sea muy larga pueden estar más predispuestos a aceptar facilidades de pago. Otra posibilidad consiste en buscar productos más económicos que no tienen por qué ser de peor calidad, ni siquiera diferentes. Una búsqueda concienzuda nos puede proporcionar unos precios más ajustados.
3) Liquidar stock. Las penurias económicas son incompatibles con un amplio stock que ocupa espacio y retiene ingresos. Y no solo hablamos de nuestros productos sino también de equipos y máquinas que ya no usemos, como muebles de personal que ha pasado a trabajar en remoto o maquinaria fuera de servicio por el descenso de la actividad. Vender ese stock nos proporcionará ingresos y de paso optimizará nuestro espacio.
4) Recurrir a programas de ayuda. Sobre todo a raíz de la pandemia, gobiernos de todo el mundo han puesto en marcha iniciativas que alivian las dificultades que han atravesado las empresas por la caída de la demanda o los problemas en la cadena de suministro. Es preciso conocer bien los requisitos de tales ayudas y solicitarlas cuanto antes si podemos acogernos a ellas.
5) Pedir ayuda a bancos y otros financiadores. El cierre de un negocio no solo es una pésima noticia para sus propietarios y empleados, sino también para proveedores y prestamistas. Por eso conviene reunirse con ellos y buscar fórmulas que contribuyan a aliviar nuestra situación por el bien de todas las partes.
Siempre es mejor ser proactivo que reactivo, especialmente al encarar dificultades financieras en un negocio. Por eso conviene tener una suma de emergencia como reserva en el caso de que las cosas se pongan muy feas.
¿Optimizamos nuestros costes sólo cuando la situación financiera es mala? ¿Estamos pagando de más por productos o servicios contratados? ¿Nuestros niveles de stock son excesivos?
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