Todos tenemos sesgos, forma parte del ser humano. Desarrollamos actitudes hacia personas, grupos, cosas, lugares y experiencias. Pero pueden convertirse en prejuicios cuando se basan en información inexacta y se suele manifestar a partir de rasgos superficiales como el color de la piel, la edad, la religión o la nacionalidad de otra persona, su educación, nivel económico u opiniones políticas.