Desempeñar un mando intermedio es duro, como demostró un estudio de Ahlvik en 2018, según el cual son los líderes de nivel medio los que sufren más estrés y se queman más, muy por encima de sus jefes y de sus equipos. Responsabilizarse del día a día y gestionar la diferencia entre unas expectativas desmedidas y la cruda realidad son las principales razones.
