Recuperamos otro artículo de hace algunos años y que consideramos imprescindible por lo universal y práctico que resulta. Trata nada más y nada menos que de dejar de hacer trabajo de poco valor, de forma que podamos centrarnos en aquella parte que aporta más mientras liberamos nuestra agenda. Pocos profesionales no lo encontrarán útil.
¿Cuál era la aproximación “clásica” a la distribución del tiempo de trabajo? La más habitual se basaba en priorizar las tareas. Realizar primero las más importantes para ir bajando en la escalera de importancia. Los más avezados utilizaban una matriz importante/urgente para ordenarlas mejor. Pero la utilidad de este modo de manejarla perdió su sentido con la crisis de 2008. A causa de la masiva pérdida de empleos, y también en parte por culpa (o gracias) a las nuevas tecnologías, lo cierto es que la carga de trabajo aumentó, por lo que estar sobresaturado pasó a ser normal, como se afirma en el artículo. ¿Cómo manejar ahora la situación? Las soluciones vienen en dos apartados: cuándo hacerlo y cómo hacerlo. Vamos con la primera, cuándo efectuar el cambio y dejar de lado ese trabajo de poco valor: