Cuando los líderes no admiten errores y desvían culpas, perjudican la cultura organizacional y obstaculizan el éxito. No asumir responsabilidades mina la confianza y el compromiso en el lugar de trabajo, además de afectar negativamente al rendimiento y la comunicación. Los empleados valoran que sus líderes sean coherentes y responsables, especialmente en un contexto marcado por cambios rápidos y prioridades conflictivas.
